Astures y romanos
La conquista de Astúrica Augusta
Astures y romanos reviven este fin de semana la conquista de Astorga. Todo recordará a aquella época: el atuendo, los dinares, el circo romano, el mercado, los druidas, una boda astur, el recibimiento del césar o las escaramuzas entre ambas tribus.
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Desde hoy se paga con denarios. Hoy, el embajador romano, enviado por el propio César para que le prepare el terreno, es el encargado de inaugurar el mercado, junto con el caudillo astur. El mercado y todos los comercios de la ciudad cuentan ese día con su propio denario romano con la cara del César, mientras que los astures se inclinan por comerciar con el as astur que porta el perfil de su caudillo. Las calles se llenan de música, luchas, escuelas de gladiadores y bebidas realizadas especialmente para esta fecha como el torcum (bebida a base de vino y aromas frutales). Actos espontáneos que sorprenderán al público. Al atardecer, el César entrará victorioso en la ciudad, entre los vítores y aplausos de su pueblo y las amenazas de los astures. Un acto espectacular en el que el regidor de los romanos propone un pacto al caudillo astur, quien no acepta el acuerdo del César. La tristeza de los astures no dura mucho puesto que esta noche, en su poblado, celebran una boda. Mientras, los druidas que como sabios de su tierra prevén la desgracia, deciden rememorar las historias de sus antepasados, así como algunas nuevas oídas junto al sagrado roble. El que relate la mejor historia será quien porte la hoz de plata.
El sábado, día del circo. Mañana, el mercado y la plaza Mayor serán fruto de la contienda entre astures y romanos. Pero será por la tarde cuando se celebre uno de los actos más espectaculares de la fiesta, el circo romano en el que ambas tribus se dejarán la piel en la arena. Más tarde, con la caída del sol, todos los jefes de las tribus astures se reúnen con el objetivo de renovar un antiquísimo pacto de hospitalidad entre ellas. Prueba de este pacto es la denominada tabla de Astorga, que se guarda en el Museo de Berlín.Los romanos, mientras, ocupan todas y cada una de las plazas de la ciudad con sus cenas.
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